La ética, por ejemplo, define las normas que establecen la diferencia entre un comportamiento correcto e incorrecto. Nos ayuda a comprender los criterios para relacionarnos con los otros y decidir qué acciones o decisiones son las más pertinentes. Por su parte, la moral encierra los criterios o las normas que nos permiten calificar determinada acción como correcta o incorrecta.
Ambos valores se asemejan y van de la mano en el proceso de formación de la conciencia del ser humano, conjuntamente con la humildad y el respeto.
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Así como a lo largo de la vida se escucha hablar de tener valores, respetar a los otros para recibir respeto también, tener la capacidad de colocarse en el lugar del otro para no juzgar sino comprender, también es preciso hablar de los antivalores
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Se trata, como se presume, de patrones de conducta o pensamiento opuestos a los antes mencionados. Es decir, la deshonestidad, la intolerancia, la traición, la indiferencia o la irresponsabilidad.
Las personas que manifiestan estos antivalores en su conducta son consideradas faltas de moral o inmorales. Se trata de individuos con una actitud negativa ante los valores correctos, y que asume una posición de juez, llegando a rechazarlos o violarlos. Normalmente, estos sujetos son definidos como insensibles o sin escrúpulos; personas frías y calculadoras.
A su alrededor surge una matriz de desconfianza y rechazo que, sin embargo, puede revertirse una vez que las personas que muestran estos antivalores cambian su actitud para juzgar menos y aceptar la diversidad, reconocer en sí mismas los defectos que perciben en los demás, asumir que son parte del todo y no pueden vivir aislados, además de abandonar la errónea percepción del libre albedrío como perfección o superioridad respecto a sus semejantes.
GFCh
Con información de otros medios y agencias informativas