Siglos atrás, cuando los científicos comenzaron a descubrir la existencia de la vida microscópica, nació la idea de que todos los microorganismos capaces de colonizar nuestro cuerpo eran forzosamente nocivos para nuestro organismo, y por lo tanto era de capital importancia combatirlos a como diera lugar; aunque aún muchas personas sostienen este concepto, lo cierto es que una gran parte de la vida bacteriana que habita nuestro organismo no sólo no perjudica nuestra salud, sino que, por el contrario, es altamente beneficiosa para el sano desarrollo de ciertas funciones vitales. Tal es el caso de la flora intestinal o microbiota.

 

DesnutriciónLa flora intestinal, también llamada microbiota, es una población de alrededor de cien billones de bacterias que comienzan a colonizar nuestro tracto intestinal desde el momento en que nacemos; estas bacterias cumplen un papel clave en el funcionamiento de nuestro metabolismo al degradar los alimentos que ingerimos, lo que facilita la absorción de nutrientes en el intestino; además colaboran decisivamente en el proceso de maduración de nuestro sistema inmunológico, e incluso, en individuos adultos, la microbiota influye decisivamente en el control del metabolismo energético y de patologías como la obesidad y la diabetes.

En este orden de ideas, dos estudios publicados recientemente en la revista estadounidense Science, ofrecen la clave para el desarrollo de nuevas terapias encaminadas a combatir los graves problemas de salud provocados por la desnutrición que azota a cerca de 160 millones de niños menores de cinco años en todo el mundo, según cifras ofrecidas por la ONU.

Investigaciones previas señalan que la flora bacteriana intestinal va madurando a medida que el individuo avanza en edad, pero que no puede desarrollarse adecuadamente en condiciones de desnutrición.

En el primer estudio, dirigido por Jeff Gordon, de la Facultad de Medicina de la Universidad Washington en St. Louis (Missouri), los científicos recolectaron porciones de materias fecales en las que se hallaban muestras de las bacterias presentes en los intestinos de niños de Malaui, cuyas edades oscilaban entre los seis y los dieciocho meses; algunos de estos niños estaban bien alimentados, en tanto que otros se encontraban en diferentes grados de desnutrición. A continuación, estas muestras se injertaron en los intestinos de ratones libres de toda forma de bacteria.

Aquellos ratones que recibieron materia fecal de niños bien nutridos ganaron más peso y desarrollaron masa menos grasa que los que recibieron microbiota de niños desnutridos; éstos fueron posteriormente injertados con materia fecal de los niños bien alimentados y de inmediato recuperaron su ritmo de crecimiento normal.

Se determinó que los niños de dieciocho meses que estaban desnutridos poseían una flora intestinal equivalente a la de un niño de seis meses, es decir, que la microbiota de estos niños desnutridos no se ha desarrollado correctamente y, por consiguiente, su grado de madurez no corresponde a su edad. Paralelamente se demostró que existe una asociación entre una microbiota inmadura y un retardo en el crecimiento de los niños, en comparación con los niños bien alimentados cuya flora intestinal tiene un grado de maduración adecuado. El siguiente paso es repetir la experiencia con otros grupos de niños y, de confirmarse la tendencia, analizar el mecanismo que debería aplicarse para manipular la microbiota a fin de combatir la desnutrición infantil.

La segunda investigación, realizada por François Leulier, del Instituto de Genómica Funcional de Lyon, en Francia, logró identificar dos cepas distintas de lactobacilos, microorganismos que habitan en los intestinos, que estimulan la producción de hormonas de crecimiento en ratones desnutridos.

“Hemos podido demostrar con estas cepas de lactobacilos, que ya se comercializan en suplementos dietéticos, que no sólo tienen efecto en el peso, sino además en el crecimiento del esqueleto”, explicó Leulier.

Todo indica que, con una adecuada terapia nutricional, la intervención de ciertas cepas bacterianas en la microbiota puede constituir una eficaz estrategia que permita controlar y reducir los efectos que produce la desnutrición infantil crónica.

 

GF

Con información de agencias y lainformación.com

 

Nuevos hallazgos sobre el papel de la flora intestinal en la lucha contra la desnutrición infantil
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